jueves, 15 de marzo de 2007

M.Hastings. Armagedón

Armagedón, tal como lo cuenta el autor es “el campo de batalla decisivo del Día del Juicio Final, y, por extensión, cualquier lucha final a gran escala” (introducción) Así que este libro trata de la lucha final por la conquista de Alemania. Una conquista total que se realiza por primera vez en la Historia que se lleva por delante más de un millón de personas muertas, innumerables atrocidades (múltiples violaciones masivas de la población femenina, sin discriminación de edad o circunstancias) y varios ejércitos de diferentes países luchando palmo a palmo por un territorio cada vez más disminuido. 100 millones de personas ocupaban ese territorio y los resultados de esa titánica lucha cambiaron por completo la faz de Europa y aún se prolongan en nuestros días en forma de temores y fobias nacionales, que si bien están atenuadas nunca han desaparecido por completo. Max Hastings, periodista de la BBC y escritor de libros de historia, nos cuenta apelando a las fuentes y a los relatos de los protagonistas de ambos bandos. Veremos como la abrumadora fuerza material de los aliados no se traducía inmediatamente en ataques victoriosos y como pequeñas fuerzas mal armadas del ejército alemán, ayudado por sus compatriotas eran capaces de enfrentarse con unidades militares muy superiores. La política de tierra arrasada de Hitler, que condenaba a todo su pueblo a una situación tecnológica prehistórica, las dudas y conflictos de los aliados, los errores y venganzas de los soviéticos, la esperanza contra todo pronóstico y la huída en masa frente a los avances rusos. Huida que era obstaculizada por los propios nazis que deseaban ver a la población enfrentándose hasta el último hombre frente a las hordas bolcheviques. Como “la cruzada de liberación de Europa en que se habían embarcado muchos hombres de las naciones aliadas guiados por un verdadero idealismo en junio de 1944, había degenerado en una serie de torpes maniobras de ámbito local…” (pág.237) y la guerra que debía haber terminado en septiembre de 1944 se alarga casi un año más, originando tantas pérdidas en vidas humanas como hasta esa etapa de la contienda había sucedido. El falso optimismo que se desencadena frente a el éxito de Normandía, en junio de 1944 y la posterior desbandada del ejército alemán en Francia, es sucedido con un nuevo tipo de guerra, dónde ahora son los alemanes los que cumplen el papel que en su momento les tocó a los rusos; agarrándose a la tierra y a las trincheras, a las guerrillas y a los golpes de mano, para frenar una tropas que veían el éxito cercano y sin embargo frustrantemente lejano. La propaganda del régimen nazi aprovechando las crueldades del ejército ruso, que tiene mano libre para vengarse de las que en su patria fueron cometidas sistemáticante por las tropas alemanas, y el holocausto que no se interrumpe, obstaculizando incluso con los trenes llenos de víctimas para los campos de concentración las maniobras militares defensivas. Una especie de locura que el nombre Armagedón recoge en su significado de lucha final y que para millones de personas en ese momento representaba todo el futuro inmediato al que podían aspirar.

Un poco más de medio siglo nos separa de esta Europa doliente, y ahora pareciera que estas luchas y odios pertenecen a siglos pasados. El éxito de la Unión Europea ha aventado los temores de nuevos conflictos en estas tierras, pero hace poco las cosas eran muy diferentes, tanto que es menester recordarlo y estudiarlo para extraer de ello nuevas enseñanzas para un futuro mejor. “El Volkssturm alistó a miles de niños y ancianos para el servicio activo. Cuando Joseph Volmar, que tenía entonces diecisiete años, se presentó a la revista matinal de su escuela de planeadores de la Luftwaffe, situada a las afueras de Königsberg, el 20 de enero, le hicieron dirigirse, a la carrera, junto con el resto de su clase, a la estación más cercana, lo que supuso una marcha de tres kilómetros bajo una violenta nevada. Subidos en un tren, se abrieron camino hasta la ciudad por entre una muchedumbre de civiles aterrorizados, y al llegar los hicieron desfilar ante un angustiado capitán de infantería. “Hombres, niños o lo que quiera que seáis –dijo éste-: os han asignado a mi mando para acometer la heroica defensa de Kónigsberg, y espero que sepáis estar a la altura cuando llegue la hora de combatir”. Les proporcionaron fusiles largos franceses de 1914, así como veinticinco balas. A uno de ellos, que no pasaba de ser un niño, le dieron una ametralladora. Mal que pesara a su sargento, la única munición disponible para ésta era de fabricación polaca. Después de aquello, los condujeron a aun autobús urbano, al cargo de un dirigente de las Juventudes Hitlerianas, que los llevó, pausadamente, por entre las calles de la ciudad. Cierto suboficial los engatusó para que se pusieran a cantar, y todos acabaron entonando a coro Edelweiss, sin apenas convicción…” (pag.427)

El panorama que ofrece el autor abarca todos los ángulos posibles, y muestra el horror de la guerra como si de un gran mural se tratara: “las dotaciones de los vehículos blindados rusos gustaban de cantar cierta canción teñida de humor negro. “Nos vuelan las piernas y nos incendian la cara”, rezaba uno de sus versos. Vladimir Dobroradov, amigo de Ivánov y, como él, dirigente de una unidad blindada, fue quien guió a su columna por entre las calles de Danzig. Después de la batalla, hubieron de amputarle una pierna. Aquel joven de deslumbrante belleza había sido, además, un ferviente bailarín. Cuando despertó de la anestesia, se dejó llevar por la desesperación y suicidó con una pistola de pequeño tamaño. Ivánov estaba convencido de que su camarada había corrido aquella suerte por coquetear, cuando estaba fuera de servicio, con “la mujer de campaña” del jefe de su brigada, quien, despechado, envió a su insolente rival a atacar Danzig en una posición de vanguardia. Ivánov no pudo nunca dejar de pensar en el relato bíblico de Urías, el hitita, al recordar la muerte de su amigo. El jefe de su regimiento, el mismo que había sido objeto de la ira de Pánov, murió también durante aquella ofensiva. Una ciudadana alemana se acercó al coronel y le disparó a quemarropa, a modo de venganza tras haber sido víctima de violación por parte de los soldados soviéticos. “Pasaban cosas así –recuerda Ivánov encogiéndose de hombros-. Sobre todo entre los de la cuadrilla de Rokossovski [general soviético], porque él lo permitía”. La mujer vivó para exponer sus motivos, y acto seguido la atravesaron con una bayoneta.” (pag. 697)

Me he tomado el trabajo de transcribir estas citas para que se vea, de primera mano, como Hastings enhebra su relato con los informes que le han proporcionado, a lo largo de su investigación, los diferentes testigos que tuvo ocasión de entrevistar. En general los datos que ofrece, de las campañas y de las estrategias políticas de los gobiernos en lucha, coinciden con los de otros autores. En esto el libro no aporta nada nuevo, pero sí resulta importante los cientos de testimonios que van desgranando el horror de la guerra y la inercia de los acontecimientos. Alguien podría pensar que esta clase de libros están fuera de época, son anacrónicos, y sólo merecen leerse por una pequeña minoría de estudiosos o fanáticos de la historia militar. Nada más alejado de un enfoque correcto, creo yo. La historia reciente puede parecer antigua, pero sigue siendo reciente, cincuenta años no son nada, y olvidar lo que sucedió hace poco es un pecado que paga con nuevos sufrimientos. Aquellos que no conocen la historia están condenados a repetirla, y los hechos son tan graves que merecerían ser irrepetibles… por ello hay que tenerlos presente y que ellos formen parte del bagaje cultural de todo europeo que sin olvidar su triste pasado sabe encarar el futuro con esperanza.

Ficha bibliográfica.

Hastings(2004), Max Hastings, "Armagedón. La derrota de Alemania 1944-1945", Crítica, Memoria Crítica, www.ed-critica.es, Barcelona, 2005, pp.855, Tit.Orig: Armageddon. The Battle for Germany, 1944-1945.

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