viernes, 18 de mayo de 2007

F.A.Navarro. Parentescos insólitos del lenguaje

Cuesta asociar "calvo" con "Jesús", sobre todo porque la iconografía cristiana lo muestra siempre con una buena cabellera; pero es posible establecer este vínculo si pensamos que "calvario" identifica la columna de Jerusalén donde murió crucificado. En realidad la citada colina se llama en arameo Gólgota, término equivalente al hebreo Gulgolet , que significa cráneo y también calavera, no se sabe bien si porque en tal monte se ejecutaban a los condenados o por la forma de la elevación, terminada en un peñasco o colina pelada. Más extraño resulta asociar la palabra inicial con "chovinismo", pero si conocemos que tal apellido, (perteneciente a Nicolas Chauvin, soldado francés entusiasta e ingenuo, paradigma del nacionalismo de masas), proviene de "Calvus", mote con que los romanos identificaban a los que le faltaba el pelo y que además servía para identificar a los así llamados, y queChauvin proviene de tal nombre... el misterio se aclara.

No todo el mundo le agrada seguir los vericuetos y extraños lugares adonde nos conducen las palabras. Hay gente que se conforma con utilizar un nombre igual que si fuese un código informático o de película futurista. Estoy seguro que incluso algunos se sentirían más contentos si se llamaran, en vez de Julio, Pablo o Pedro... Rp02, o XLS; pero sobre gustos no hay nada escrito, aunque coincido calladamente con los que piensan que, a pesar de todo, hay gustos que merecen palos.

Para conocer la historia de las palabras y sus trayectorias imposibles, este libro, de Fernando A. Navarro es adecuado. Recuerdo que cuando niño me gustaba bucear en los diccionarios enterándome de tantas cosas que a veces ponía a mi madre en una situación desesperada (mantengo en mi memoria que una vez que le pregunté porque la palabra "puta" aparecía en el diccionario si, como ella me decía, era "mala". Y también recuerdo mi euforia, poco tiempo después de su confusa explicación, cuando leí, en el Don Quijote, que el ventero exclamaba de viva voz "¿Dónde estás puta?" llamando a la sirvienta ilocalizable. Supongo que mi madre no sabría a que santo encomendarse con la cruz que le había caído).

Ya pasadas muchas décadas (estuve a punto de escribir "centurias") me sigue fascinando la historia de las palabras y cómo dificilmente hasta la más modesta y mínima no tiene una larga historia por detrás.

Hay palabras importantes, como "septentrional" que nos inspiran cierto temor, como si no supiéramos pronunciarla bien y quedarámos por esta causa en ridículo. Sin embargo nos sentimos más cómodos, cuando nos enteramos que se relaciona con el número siete (lat. septem), de donde derivan palabras tan cotidianas como "semana" y "semanario", pero lo más interesante resulta cuando, siguiendo al autor, leemos que "... En otro lugar del libro he comentado ya la importancia que han tenido en el hemisferio boreal las constelaciones en forma de carro que hoy llamamos Osa Mayor y Osa Menor, fáciles de reconocer por el brillo de sus siete estrellas y esenciales como medio de orientación durante la noche, por contener la menor de ellas la estrella polar, que marca el norte. Los latinos llamaron "bueyes" a estas siete estrellas, de modo que a partir de trio,trionis ("buey de labor") bautizaron a estas constelaciones con el nombre de septentrio, septentrionis (literalmente, "los siete bueyes"). De ahí que todavía hoy en el español culto llamemos "septentrión" al norte y utilicemos el adjetivo "septentrional" para indicar que algo queda hacia el norte." (pág.218)

Y no termino este breve comentario de un libro delicioso, sin mencionar otra extraña asociación: "cristianismo" y "cretinismo". Resulta que el bocio hipotiroideo es causa de deformidades y retrasos importantes de la inteligencia, y no sólo aparece por el bajo aporte de yodo sino también por otros factores como la consanguinidad y la pobreza (y sus habituales secuelas de falta de higiene y alimentación escasa). Sucedió que en algunas regiones muy pobres y aisladas, como es el caso de algunos valles alpinos de Suiza, a los que padecían esta enfermedad los llamaban "crétin", que en la variante dialectal suiza provenía del francés "chrétien", cristiano. En 1784 los médicos franceses acuñaron el nombre de "crétinisme" para los afectados por tal patología, término que pasó al español como "cretinismo" y "cretino", al inglés como "kretinismus" y al alemán como "kretin". Así quedó universalizada la identificación de los efectos del bocio hipertiroideo.

Pero sigue siendo materia de conjeturas porque los lugareños suizos denominaron así a sus congéneres afectados. El autor menciona tres hipótesis: 1, al ser éstos de extremidades cortas y torcidas, boca abierta y babeante, pequeños y estrábicos, etc. etc., los definieron como "cristianos" para que no se los confundiera con monstruos. 2, debido a su propia idiotez estos enfermos eran incapaces de cometer maldades y por lo tanto tenían la conducta de un buen cristiano. 3, podría derivar el nombre de un piadoso "crétin!" equivalente a "pauvre chrétien!", ¡pobre hombre! o ¡pobre cristiano!

Así que cuando mi estimado lector, o lectora, diga a alguien con menosprecio: "¡pedazo de cretino!" a partir de ahora seguro que no podrá evitar pensar que algo de piadoso tiene este insulto, o alusión hiperbólica a los poderes mentales del sujeto aludido.

Así la historia de las palabras nos amplía el horizonte y llena de nuevos significados hasta los actos más triviales de nuestra vida. Ya se sabe, (aunque poco se practica), conocer es equivalente a vivir más (hacia adelante, y hacia atrás).

El autor F.A. Navarro es médico y trabaja como traductor de la especialidad en los Laboratorios Roche de Suiza; también es miembro de varios comités de expertos, y ha escrito varios libros sobre el lenguaje y la medicina. No hay que perderle el rastro porque con seguridad sus otros libros están llenos de curiosidades que merecerán una atenta lectura.

Ficha Bibliográfica:

Navarro(), Fernando A. Navarro, "Parentescos insólitos del lenguaje", Ediciones del Prado, col. Palabras Mayores, Madrid, marzo 2002,pp. 286.

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