viernes, 28 de septiembre de 2007

M. Burleigh. Poder Terrenal

El autor, además de pertenecer a las universidades de Oxford y Cardiff, y a la famosa London School of Economics también hada dado clases en universidades norteamericanas y escrito artículos para el Sunday Times y el Times Literary Supplement. De él tengo en mi biblioteca dos libros. Éste que comento y lo podría considerarse su continuación (“Causas Sagradas”) del que hablaré más adelante.

El objetivo de estos libros de Burleigh constituye un tema apasionante: como han sido las relaciones entre el poder religioso y el temporal desde el nacimiento de la edad contemporánea hasta nuestros días. Y además toca otra cuestión íntimamente ligada a este asunto. Me refiero a como las ideas laicas se tornan en religiosas por un proceso histórico que opera al margen del poder eclesiástico.

En este libro aborda las relaciones del binomio política-religión desde la Revolución Francesa hasta la primera guerra mundial. Un período amplio y rico donde surge y se desarrolla el liberalismo primero; luego las ideas socialistas y anarquistas y que alumbró un gran optimismo sobre el futuro de Europa expandiéndose por todo el mundo conocido.

Empezamos con la disputa ideológica entre jesuitas, jansenistas y filósofos y con el alumbramiento de una revolución racionalista y por primera vez alejada de los símbolos cristianos. Una revolución que fue apoyada en su mayoría por el clero de baja jerarquía pero que luego, poco a poco, terminó enfrentando a la Iglesia in totum debido a su anticatolicismo feroz. Luego presenciamos la consolidación del liberalismo, su desarrollo inicial en oposición a la Iglesia y su posterior cambio de tercio, hacia el conservadorismo, cuando aparecieron los movimientos socialistas y anarquistas. El nuevo evangelio socialista, su impacto en la Rusia zarista, el papel de Pío IX, la República Francesa consolidada y la situación en la Gran Bretaña victoriana. Todo este proceso es analizado por el autor y nos permite tener un panorama general de las principales tendencias en pugna y hacia donde se dirigían los principales temores de los grupos dirigentes.

Tomemos como ejemplo este párrafo: “Después de las revoluciones de 1848, los eclesiásticos protestantes de toda Alemania se convirtieron en los portavoces más elocuentes y ardorosos de la reacción de trono y altar. Podía haber discrepancias en sus ideas de cómo debían operar las relaciones entre Iglesia y Estado, pero coincidían en que la función de la iglesia era legitimar al Estado, que les capacitaba a su vez para predicar el Evangelio.” (pág.258)

O este otro, cuando analiza la pasión belicista que sacudió a la sociedad europea en los prolegómenos de la primera guerra mundial: “… Porque es importante destacar que el clero no fue más belicoso, y a menudo lo fue significativamente menos, que la vanguardia artística, los académicos, los periodistas, los científicos y la intelectualidad en general. Hubo muchas personas de mentalidad secular, desde el socialista Barbusse, el escritor conservador alemán Ernst Jünger o el biólogo marxista inglés Haldane, que se regocijaron positivamente ante la perspectiva de una matanza apocalíptica. Muchos de estos grupos se adherían a credos materialistas, como el darwinismo social, que no eran menos cuestionables que un cristianismo puesto al servicio de la lucha.” (pág.501).

Como se vé, por los dos fragmentos que he seleccionado, el texto de Burleigh no es una soflama anticlerical ni un panfleto ultramontano. Trata de mantener un equilibrio ciertamente difícil y analizar por igual los claroscuros de todas las tendencias ideológicas que construyeron el mundo del siglo XX, con sus efectos por todos conocidos.

Un libro para los que desean profundizar en los conflictos de nuestra época; y para encontrar las raíces de discusiones que siendo actuales no son nuevas.

Ficha Bibliográfica:

Burleigh(2005), Michael Burleigh, “Poder Terrenal. Religión y política en Europa. De la Revolución Francesa a la Primera Guerra Mundial”, Taurus, Historia, Madrid, octubre de 2005, www.taurus.santillana.es pág.600. Tit. Orig: Earthly Powers. The Conflict Between Religion and Politics. From the French Revolution to the Great War.

miércoles, 26 de septiembre de 2007

R.Nelly. Los cátaros del Languedoc en el siglo XIII

René Nelli (1906-1982) fue un experto en la región occitania, sur de Francia, durante el medioevo; además de profesor fue poeta y escribió sobre los trovadores y la literatura que produjeron. Todo esto se nota en el libro que comento y que fue, para mí, una agradable sorpresa. Como en general se sabe los cátaros fueron una herejía de la Edad Media que terminó muy mal (para ellos). En realidad constituyeron el más grande desafío con qué se enfrentó el catolicismo desde su consolidación como iglesia universal en la época de Constantino. Tanto fue así que el Papa Inocencio III lanzó contra ellos una auténtica cruzada que, además, coincidió con los intereses del rey francés para extender sus dominios hasta la orilla del mediterráneo. La Cruzada fue entonces una combinación de lucha religiosa y guerra política donde los herejes llevaron la peor parte, junto con la autonomía del Condado de Toulouse y del Languedoc. La cuestión era compleja, ya que por sólo una batalla ganada oportunamente, el rey francés Luis IX (canonizado posteriormente y por eso llamado también “San Luis”) impidió que se formara un gran reino meridional que podría haber abarcado las tierras de Aragón, Cataluña, el Rosellón francés y llegado hasta la Provenza. Probablemente la historia de Europa habría sido bastante diferente.

Pues bien el autor nos cuenta la situación del Languedoc durante esos años terribles y con prosa clara y elegante recorre todos los aspectos sociológicos, políticos y religiosos que explican el surgimiento de la herejía cátara y su posterior desaparición.

Es muy interesante la descripción que hace del surgimiento de la Inquisición y de su paso desde la jurisdicción de los obispos a la orden de los dominicos y los padres franciscanos. En particular se comprende como los dominicos organizaron sistemáticamente la persecución de los herejes y fueron capaces de montar un sistema que dejaba pocos agujeros para escapar: “Liberados muy pronto de toda jurisdicción episcopal, los inquisidores gozaron de una independencia absoluta: no podían, mientras estaban en sus funciones, ser excomulgados o suspendidos sin mandato especial del Papa. En caso de conflicto con el obispo, decidían siempre en última instancia. Por otra parte, sólo ellos tenían el derecho de dar la absolución a los herejes que abjuraban. Enseguida levantaron una máquina policial a la que nada, en el pasado, se puede comparar. Tenían derecho para registrar en todas partes, en las mansiones burguesas y en los castillos, y hasta en las iglesias en que los herejes hubiesen podido hacer valer algún antiguo derecho de asilo. Sus gastos corrían a cargo del tesoro señorial o real, de lo bienes confiscados a los herejes o del producto de las multas (…) Añadamos que los obispos y párrocos estaban obligados asistirles en todas las circunstancias e incluso, en ocasiones, a ayudarles financieramente. Los magistrados, bailes, vegueres y, generalmente, todos los oficiales civiles, debían prestarles ayuda si lo requerían. Por último, los inquisidores disponían a menudo de una guardia personal y de gran número de agentes especiales encargados de protegerles y descubrir a los herejes.” (Pág. 125).

Los dominicos montaron una máquina de represión por arriba de las autoridades políticas y civiles que fue el modelo sobre el que se basaron posteriormente todos los regímenes dictatoriales, llegando su influjo hasta el siglo XX. Se puede rastrear en los procedimientos de la policía secreta estalinista o nazi las huellas de la experiencia medieval en la persecución de los herejes: “…la Inquisición disponía de una verdadera policía secreta a sueldo –los exploradores-, que se esmeraban en espiar, sorprender conversaciones y buscar a los fugitivos en bosques y cuevas, con ayuda de perros adiestrados para ese tipo de caza. (….) Los delatores de ocasión –que recibían una prima importante- siempre fueron numerosos, y rápidamente se hacían profesionales. La especie más temible era la de los cátaros expoliados, o los herederos despojados de su herencia por la herejía, que entraban al servicio de la Inquisición con la esperanza y por la promesa que se les hacía de que recuperarían sus bienes y serían definitivamente absueltos.”(Ibidem)

Los manuales que establecen los procedimientos inquisitoriales pueden servir a cualquier sistema totalitario que quiera establecer una férrea presión ideológica sobre sus ciudadanos. Es interesante recordar que, al igual que los acusados de traición en los famosos juicios estalinistas del 36 y el 37 los herejes no tenían abogados defensores. “Los concilios de Valence (1248) y Albi (1254) prohibían su presencia junto a los acusados, pues tendían por principio a “retardar la marcha del proceso”. Todo “defensor” era considerado como “promotor de herejía”. Cuando, excepcionalmente, aparecía un abogado, su papel se limitaba a aconsejar al sospechoso que confesara. Pues lo esencial era que el cátaro confesara y abjurara. Los inquisidores no establecían ninguna diferencia entre quien no tenía nada que confesar y quien no quería confesar. La confesión y la abjuración obligatoria terminaban el debate” (Pág.135). Quién mantenga en la memoria el procedimiento y las declaraciones de los famosos juicios contra la plana mayor del partido comunista y del ejército en Moscú, en el período mencionado, no puede menos que observar una tremenda coincidencia tanto en los argumentos manejados como en los procedimientos utilizados para establecer la verdad de las acusaciones.

Pero las coincidencias no terminan aquí. Es el mismo procedimiento de investigación que parece calcado: “El inquisidor hace comparecer ante él, adoptando un aire benevolente, pues no debe mostrar odio, al sospechoso o la sospechosa de herejía. A veces, interroga primero sin hacerle prestar juramento. Quiere llevarle así a decir la verdad y evitar el perjurio. El sospechoso, que no sabe lo que se espera exactamente de él, puede hacer revelaciones inesperadas. Y el inquisidor cuenta con ello (…) Después, el inquisidor manda a su casa al sospecho, le deja algunos días de reflexión y le cita de nuevo para declarar, esta vez bajo juramento. Si el acusado no se presenta, se lanza inmediatamente una orden de arresto a todos los oficiales de justicia (…) Puede sorprender que la Inquisición, tan terrible por otra parte, no haya usado con más frecuencia la detención preventiva y dejara al culpable, entre dos citaciones, el tiempo material de preparar su huída (…) Pero si no respondían a ella, [las personas sospechosas] eran condenadas ipso facto como herejes, aunque no se hubiera podido probar nada contra ellas. Se trata a menudo de nobles o ricos burgueses cuyos bienes habrían sido confiscados si no comparecían…” (Pág.131)

La trama estaba bien urdida y así se explica como poco a poco la herejía es extirpada por medio del soborno, la cárcel, la expropiación y cuando es evidente, la hoguera.

El libro investiga en las causas de la herejía, en el gran desasosiego de la época donde crecen en las ciudades nuevos grupos con creciente poder económico a la par que se fortalece la monarquía centralista francesa, mientras la Iglesia clama por el control absoluto de los espíritus y de la cultura. Un mundo complejo donde nada es lo que parece, y dónde cualquier expresión de descontento no tenía otra forma de expresión que la religiosa, ocultando toda clase de tramas de otro carácter.

Un libro que merece releerse con ojos contemporáneos. Como dice el autor al terminar su libro: “La vida cotidiana de innumerables cátaros no tendrá significado más que en tanto existan inquisidores para encender las hogueras y herejes para sacrificarse en ellas al Espíritu. Solamente desde ese punto de vistan siguen, unos y otros, de actualidad. Las víctimas presentes se encuentran con las del pasado; las resucitan. En cada persecución, son los mismos verdugos, los mismos mártires los que se reencarnan. En verdad, las vidas efímeras de los hombres circulan en el Hombre.” (Pág. 233).

Ficha Bibliográfica:

Nelly(1969), René Nelly, “Los cátaros del Languedoc en el siglo XIII”, José J. de Olañeta Editor, Colecc. Medievalia. Palma de Mallorca, 2002, Pág.246. Tit.Orig: La vie quotidinne des cathares du Languedoc au XIIIe. Siècle. Hachette, Paris, 1969.

lunes, 24 de septiembre de 2007

B.Ninh. El dolor de la guerra

Este es un libro sobre la guerra de Vietnam… pero desde el punto de vista del vencedor, es decir de un vietnamita del Norte. El autor, que fue soldado vietnamita y que sobrevivió a la feroz contienda novela su experiencia durante ella. Es, como cabe esperar, un libro duro lleno de tropelías y desafueros. Lo interesante consiste en que no se embellece al bando propio, sino que también se señalan, con bastante imparcialidad, sus fallos y violencias.

Con saltos temporales se narra una historia de supervivencia, de amor, de amistad, de ideales, y de los sueños que alimentaban a aquellos soldados del norte que luchaban contra la mayor potencia mundial con testarudez y férrea disciplina. “Aquellos meses y años violentos y terribles… La ofensiva del Tet, el segundo Tet, la estación seca de 1972, las batallas posteriores a los acuerdos de París. Las tierras resecas, relumbrando bajo el sol, retorciéndose doloridas. Las vastas y crueles tierras altas centrales, con aquel torbellino de polvo rojo nublando el cielo. Yamo, Dad Dam, Sa Thay, Ngoc Rinh Rua, Ngoc Bo Bieng, Chu Co Tong, todos aquellos lugares que evocaban los más terribles e intensos recuerdos, repletos de sufrimiento. Y estaban las risas, los gritos, las imprecaciones, la bebida, la charla y los momentos felices. Y también las abundantes lágrimas.” (pág. 115)

El autor, nacido en Hanoi en 1952, que sirvió en la guerra en la 27ª Brigada Juvenil (de 500 miembros sólo 10 quedaron para contarlo) escribió esta su primera novela y fue un éxito en su país de origen. También ha sido publicado en diversas lenguas y en Gran Bretaña obtuvo el premio a la mejor novela extranjera. Su lectura ofrece otro punto de vista, y por lo tanto es de lectura obligada para quienes se interesan por este episodio bélico que marcó no sólo al Vietnam sino también a EEUU y que aún sigue en el recuerdo, como un ominoso aviso de lo que puede pasar a una gran potencia cuando se enzarza en una guerra lejana.

Ficha bibliográfica:

Ninh(1991), Baho Ninh, “El dolor de la guerra”, Ediciones B, www.edicionesb.com, Barecelona, mayo 2005, pág.219. Tit.Orig: Than Pahn Cua Tinh Yeu, Hanoi, 1991, The Sorrow of War, Random House, 1998.

sábado, 22 de septiembre de 2007

P.Labal. Los cátaros

Paul Labal, profesor de la École Normale Supérieure (1928-1991) fue un especialista en la Edad Media y conoció a fondo el mundo cátaro, esa herejía que conmovió al Sur de Francia y que se extendió por el Reino de Aragón y la Italia del Norte. Este librito es un excelente resumen introductorio, que también sirve como repaso para aquel que ya conoce el tema, sobre la época de los cátaros, siglo XIII, y la cruzada que el papa Inocencio III descargó sobre ellos. La única cruzada que se hizo contra cristianos, por más herejes que fueran.

Escrito con sencillez y muy documentado, como es de esperar, el texto nos ofrece un panorama completo de la situación en el mediodía francés: el nacimiento del catarismo y por qué surge, en que coincidían y divergían con la Iglesia oficial y como desarrollaron su enseñanza (“Esta predicación se sirve del Evangelio traducido en lengua vulgar y, en consecuencia, accesible a todos, interpretado además en sentido literal, de forma clara e inteligible. Sabe, a la vez, utilizar todos los contrastes perceptibles de la realidad: ¿Qué hay de común entre la luz y las tinieblas, lo bello y lo feo, el bien y el mal? ¿Cómo es posible que un Dios bueno haya sido el creador de gusano, la pulga, el sapo y todo cuanto nos incomoda. El catarismo parece dar respuesta a las cuestiones dejadas pendientes por la Iglesia católica. Insiste en las espantosas denuncias de los monjes e incluso las amplía; pero al mismo tiempo propone una explicación y una solución.” pág.74.). Labal describe la situación de los caballeros, los señores feudales, los artesanos y los campesinos; el papel de Inocencio III, su ambigüedad inicial y los motivos que lo llevaron a desencadenar la cruzada; el apoyo del rey francés, San Luís, con sus propias apetencias para extender el territorio de la corona sobre esa zona disputada también por el Reino de Aragón; y por último la liquidación del movimiento cátaro y el papel esencial que jugaron los dominicos en la represión de estos.Un libro de historia que es también de sociología y que arroja luz y sombras sobre la pugna en la baja edad media entre la corona y el papado, entre las ciudades y los monasterios cistercienses, entre los señores feudales y los campesinos desamparados.

Con una inversión reducida en dinero, tiempo y esfuerzo… podemos captar las líneas maestras de la época y quizá hasta despertar un interés mayor por conocer esas épocas. Todo puede ser.

Ficha Bibliográfica:

Labal(1982), Paul Labal, “Los cátaros”, Crítica, Biblioteca de Bolsillo, Barcelona, mayo del 2000, pp.237. Tit.Orig: L’Église de Rome face au catharisme. Librairie Arthème Fayard, Paris.

viernes, 21 de septiembre de 2007

G.Sajer. El soldado olvidado

No era escritor, su padre francés, su madre alemana y vivió en Alsacia. Los alemanes incorporaron este trozo francés a la Gran Alemania y Guy Sajer terminó como soldado alemán haciendo la guerra en el frente del Este: la Unión Soviética. Tenía apenas 17 años y está convencido, gracias a la eficaz propaganda del régimen, que Hitler era un verdadero caudillo y que el ataque a los rusos se justificaba plenamente. No albergaba dudas existenciales o políticas y estaba orgulloso de su pequeño papel en la gran campaña. Así en julio de 1942, un año después de la invasión, soldado de segunda Sajer se incorporó al combate. En tres años recorrerá parte de la Unión Soviética y acompañado el retroceso los ejércitos combatirá en la desesperada defensa de Prusia. En tres años el joven se convertirá en adlto pesar suyo y con una suerte increíble podrá sobrevivir a las peores situaciones de una guerra que dejó a la mayor parte de sus camaradas por el camino. Perteneciendo a la Gross Deutschland una división de elite del ejército alemán vivió la implacable disciplina impuesta a los soldados alemanes, y también la crueldad de un frente que fue, con mucho, el más duro de todos los frentes de la segunda guerra mundial (esto sin despreciar en absoluto los otros lugares donde también se combatió tenazmente; pero a la lucha mortal entre enemigos aquí se añadía el odio ideológico y racial entre las fuerzas en pugna. Fue una guerra de aniquilación y de venganza).

El libro, extenso y detallado, no ahorra descripciones de las luchas, al contrario, las detalla cuidadosamente poniendo a prueba todos los recursos expresivos del autor que, como dice en alguna parte del libro, está decidido a dar testimonio de lo que pasó tal como lo vió: “…el tanque, seguido por dos más, pasó cerca de nosotros y atacó a la defensa enemiga que nosotros rociábamos hacía unos minutos. En un momento, la zanja, casi colmada de cuerpos de los soldados rusos, fue franqueada. El segundo y tercer blindados se hundieron en el sangriento amasijo y siguieron hacia delante con un restos horribles enganchados en los eslabones de sus cadenas. Nuestro suboficial vomitó involuntariamente. Pronto, los jóvenes soldados, recién salidos de las deportivas alegrías de los cuarteles, chocaron con la realidad inmunda. Hubo un grito de horror, seguido de otro de triunfo, y la oleada de asalto pisoteó aquellas tripas para continuar su progresión. Del bosque que había detrás de nosotros seguían surgiendo blindados. A cada momento, con un gran gemido de árboles quebrados o descuajados, un panzer salía del oquedal y embestía, casi encabritado sobre sus orugas, atravesando las compañías de infantería que debían dejarles paso apresuradamente. Desgraciados de los heridos que yacían en el suelo.” (pág.327).

Así, dispuesto a contar todo lo que vivió como soldado del bando perdedor, del que, según sus palabras, ya nadie quiere saber nada (escribió estas memorias en 1952, estando enfermo), va relatando la, al principio eufórica, invasión a Rusia hasta que la marea cambia de signo y los soldados muchas veces abandonados a sus mínimos recursos de supervivencia van retrocediendo al principio ordenadamente y más tarde luchando desesperadamente para no caer en cautiverio: “Nuestra marcha abrumadora sigue entre las cohortes lastimeras de refugiados que agonizan ante la adversidad. Por dos veces, los aviones soviéticos picarán sobre este convoy de misericordia y lo regarán con proyectiles destinados a destruir tanques. Cada impacto despedaza a la masa en largos surcos innobles y el viento trae un momento el olor tibio de los cadáveres destrozados. Los niños, sobre todo, me dan miedo. No existe nada a escala de su comprensión. No saben si se se trata de aviación enemiga. No saben si se trata de frio y de hambre. Todo es un sufrimiento y cada paso que deben dar es una trampa.” (pág.751)

El libro es duro, tal como se puede juzgar por los fragmentos que he citado. Llama la atención lo bien escrito que está, a pesar de que su autor es un hombre común que no ha tenido otra vocación que la de servir a lo que consideraba su segunda patria en una larga y perversa guerra. Según su editor francés, tal como consta en el prólogo, estas memorias las escribió en el plazo de cinco años, ocupando diecisiete cuadernos donde trató de detallar todo lo que su memoria mantenía vivo. En cierta forma ésta tarea le sirvió de psicoterapia improvisada para exorcisar todos los demonios que la guerra había instalado en su cerebro. Y si bien es posible que le ayudara en este cometido su testimonio queda como documento intemporal que no sólo habla de unas operaciones bélicas localizadas en el tiempo y en el espacio sino de la crueldad en cualquier guerra, y como los hombres, no importa sus ideas y sus valores, terminan atrapados en una maquinaria que tritura cualquier atisbo de individualidad.

Llama la atención la extrema disciplina del ejército en el que estaba encuadrado, con episodios absurdos (tales como degradar a un oficial luego de una larga batalla y una retirada extenuante por haber perdido sus prismáticos en el combate) pero que muestran, por otro lado, porque las tropas germanas no se derrumbaron a pesar de los incensantes ataques y las frecuentes rupturas de comunicaciones entre el mando y los diversos frentes. Una maquinaria tan perfecta que se necesitó la fuerza combinada de todo el mundo para poder destruirla hasta la raíz. Hay que considerar que la derrota de Alemania no estaba cantada y que las circunstancias, incluso las casualidades, jugaron un papel nada despreciable en su derrota.

En estos tiempos, y aquí en España, un relato como el de este soldado linda con el surrealismo o la ficción. Resulta difícil de creer y casi imposible de imaginar (las películas no ofrecen ni por asomo las imágenes que él describe). Pero ahí está, como un documento, que cada cual puede juzgar como le de la gana. Yo pienso que no es exagerado, que transmiten sus palabras mucha autenticidad, pero claro… yo tampoco estuve allí (por suerte) y sólo puedo apreciar las evidencias desde la distancia y la comodidad del presente. Es un libro que recomiendo, aunque aseguro que nadie que lo lea seriamente… le levantará el ánimo.

Ficha Bibliográfica:

Sajer(1952), Guy Sajer, “El soldado olvidado” Inedita Editores, books4pocket, 2ª edición (de bolsillo), Barcelona, julio 2007 (hay edición en formato normal del 2006), pág.797. Tit.Orig: Le soldat oublié. Éditiones Robert Laffont, 1967.

martes, 18 de septiembre de 2007

E.George. El refugio

La escritora es sobradamente conocida. Pero para los que no han oído hablar de ella (¡uno no puede saber de todo!) recomiendo dar una ojeada a la página indicada más abajo.

En esta novela no se presentan los personajes habituales sino otros nuevos: un científico forense Simón Saint James y su esposa, pelirroja y sometida a las tormentas emocionales que suelen acontecer a las pelirrojas.

En el tema de las novelas policíacas cada lector tiene sus gustos, y pueden ser bastante dispares. Hay gente que se duerme con P.D.James, por ejemplo, y en cambio a mi me parece la mejor escritora de este género que por suerte, siendo ya octogenaria, nos sigue brindando, de tanto en tanto, la sorpresa de una nueva novela. Comento esto para retratarme, es decir para dar pistas a aquellos que prefieren otra clase de autores, dentro de este género tan amplio como sugerente. La manera de escribir de Elizabeth George, norteamericana pero empapada de cultura inglesa, es a mi juicio muy parecida a la de P.D.James, con un toque personal incuestionable.

En este libro tenemos al muerto de siempre (¡una novela policíaca sin asesinato es como un día sin pan!) pero la autora no se prodiga en ello; con uno sólo basta. A poco de seguir leyendo nos vamos enterando que los candidatos al asesinato son bastantes, y que el occiso no era tan santo como parecía. Hasta aquí nada de original; pero una buena novela no tiene nada que ver con un argumento original. Lo importante es el ambiente, la descripción de personajes, sus reflexiones, sus pasiones y sobre todo el ritmo general de libro que nos permite meternos en la historia o no.

Y aquí es donde entran los gustos del consumidor. Como digo más arriba si al lector de este comentario no le agradan las pinceladas psicológicas “Ruth pensó que el cáncer era como un terrorista. No había señales sutiles, únicamente devastación instantánea. La palabra sola bastaba para destruir” (pág.339); los pensamientos que trascienden el caso analizado: “Siempre había creído en la verdad que encerraba el aforismo que decía que quien no recordaba su pasado estaba condenado a repetirlo. En las luchas armadas de todo el mundo había visto el fracaso del hombre por reconocer la futilidad de la agresión. La invasión y la dominación ocasionaban opresión y rencor. De ellos nacía la violencia en todas sus formas. Y lo que no nacía era el bien inherente.” (pág.432); y, por supuesto, las complejidades del alma femenina: “En parte quería redactar listas, concebir planes, dar instrucciones y llevar a cabo acciones inmediatas (…) y en parte quería que otra persona se encargara de todo eso porque no se sentía a la altura de las circunstancias. Así que ahuecaba almohadas inútilmente y preparaba la cama” (pág.69); y en cambio prefiere una acción trepidante, con abundantes muertos, o la descripción de personajes desviados que se mueven en ambientes tenebrosos… mejor que no se considere este libro.

La novela explora la complejidad del alma humana y como la apariencia pocas veces, o ninguna, destaca lo que está por debajo: en particular E. George se centra en las relaciones entre mujeres y en las sutilezas que éstas implican. Algo natural si se piensa en el sexo del autor. En general creo que es una novela entretenida, quizá algo compleja en su trama y con un culpable al final que, por lo menos en mi caso, no esperaba ¿Qué más se puede pedir? ¿Un argumento verosímil? Sinceramente en esta época creo que la realidad supera en mucho a la ficción (estoy pensando en el reciente y sonado secuestro de una niña inglesa) así que tomando en cuenta lo que pasa en el mundo de carne y hueso, difícilmente encontraremos una ficción increíble. Un reflexión melancólica, por cierto.

Ficha bibliográfica:

George(2003), Elizabeth George, “El refugio”, Roca Editorial, Criminal, www.rocaeditorial.com, Barcelona, septiembre de 2007, pág. 687. Tit.Orig: A Place of Hiding.

Pág. para conocer más de la autora:

http://es.geocities.com/elenayatena/elizabethgeorge.htm

sábado, 15 de septiembre de 2007

Assimil. Le latin sans peine

Hace un pocos años (concretamente en septiembre del 2002, Madrid. X Congreso Internacional de la Academia Latinitati Fovendae –para el fomento del latín-)) se dijo que el Latín, luego de 25 siglos de historia, sigue siendo apto para ser usado como lengua común en diversas partes del mundo. Prueba de ello es que estos congresos anteriormente se celebraron en lugares tan dispares como Francia, Rumania, Malta, Reino Unido, Finlandia o Senegal, con asistencia de estudiantes de muchas nacionalidades. Todas las comunicaciones del citado congreso se hicieron en latín y es fácil encontrar en la Red foros, radios y diarios que hablan la lengua inmortal para una comunidad parlante tan diversa que describirla ocuparía mucho lugar.

En este congreso que cito también se dijo que con métodos modernos activos de aprendizaje el Latín podía ser hablado en un plazo de tres años. Pues bien, yo reduciría sustancialmente ese plazo, ya que este libro que comento permite hacerlo en un tiempo variable pero en ningún caso mayor del año. Por supuesto que con él no se podrá leer a Virgilio o a Erasmo, pero si participar activamente en los numerosos “Circulus” de latín que poco a poco se extienden por Europa y EEUU (y en otras partes también; todo hay que decirlo). También es una buena manera de introducirse en nuestra lengua madre y puedo asegurar que el conocimiento del latín permite comprender mejor el idioma español, al igual que otros idiomas romances.

Luego de estudiarlo, como si de un juego se tratara, bien podremos decir, como uno de los personajes del texto: “´Minime! Lengua latina difficilis non est” (a pesar de todo el latín no es difícil).

Un solo contratiempo, que muestra por otra parte, lo poco que por estos pagos nos hemos interesado en el latín (o como seguimos anclados en una mentalidad arcaica que lo circunscribe sólo a territorio de la Iglesia)… no tenemos versión Latín-español. Sólo está a nuestro alcance la versión Latín-inglés o Latín-francés. Pero con un pocos conocimientos de una de estas lenguas tendremos acceso a un método probado de aprendizaje de idiomas. Método que he experimentado, junto con otros, y que realmente es muy práctico.

Ficha Bibliográfica:

La Méthode Assimil, “Le latín sans peine”, par C.Desessard, France.

Nota: hay también un CD con el texto hablado que ayuda mucho a captar la pronunciación actual del latín, que no coincide con la del latín eclesiástico (por ejemplo la “c” se lee como “k” igual que en el latín clásico. Así Ciceron, se leerá “Kikeron”).

viernes, 7 de septiembre de 2007

M.Bloch. La extraña derrota

Marc Bloch fue un gran historiador, especializado en la Edad Media, nació en 1886 y en 1940 el gobierno de Vichy lo expulsó de la Sorbona por ser judío. Murió fusilado, luego de ser torturado por la Gestapo, en 1944, dada su pertenencia a la Resistencia.

En 1940 escribió, poco después de vencida Francia por las tropas alemanas, un pequeño libro en el que cuenta su experiencia y las razones que a su juicio determinaron la derrota del poderoso ejército francés. Ahora, a toro pasado, nos parece natural que los nazis avasallaran con su gran poder militar primero a Polonia y luego a Francia; pero en la época las cosas se veían muy diferentes. La hipotética derrota francesa era muy difícil y el ejército galo se había preparado a conciencia para la futura contienda. No obstante se derrumbó como un castillo de naipes. Bloch estudia esa “extraña derrota” y lo hace con la competencia de un historiador bregado en análisis y crítica histórica. Claro, en este caso carece de la visión general que tiene todo historiador que trabaja su materia décadas o siglos después; por eso resulta también interesante observar como un profesor que participa en la lucha en primera fila puede percibir los hechos que mucho más tarde serán juzgados por sus colegas.

“Lo más terrible fue que este desasosiego afectó a círculos que tenían responsabilidades mucho mayores. Varios de entre nosotros constatamos horrorizados cómo progresaba, casi día tras día, entre algunos de los oficiales que ocupaban los cargos más considerables del estado mayor, especialmente entre aquellos a quienes correspondía de oficio el gobierno de las operaciones. Los primeros síntomas del mal fueron externos: miradas extraviadas, barbas mal afeitadas, un nerviosismo que pasaba bruscamente de una agitación febril por naderías al fingimiento de una serenidad imposible. Cuando un jefe empieza a decir “¿para qué?”, pobres de quienes ejecutan sus órdenes. Luego fue subiendo la marea de una desesperación que, en lugar de servir de acicate a la acción, parecía buscar refugio en una suerte de pereza somnoliento. No he conocido espectáculo más desmoralizador que ver algunos desplomándose en los sillones de la 3ª oficina. Naturalmente, de tanto en tanto se aferraban a las ilusiones más inverosímiles, sobre todo cuando la iniciativa salvadora parecía corresponder a otros. Durante un día, en Attiches, nos embriagamos con la imagen de un ejército caritativo que, según se decía, avanzaba “a marchas forzadas” sobre Arrás y Bapaume. Para caer después aún más bajo en la atonía de la voluntad, a imagen y semejanza de lo que acontecía en círculos todavía más elevados. “Haga lo que quiera, mi general. Pero al menos haga alguna cosa.” En Lens, uno de mis camaradas oyó a uno de los comandantes de unidad del ejército increpar así al general Blanchard.” (pág.114).

El libro contiene también “El testamento de Marc Bloch” y sus “Escritos Clandestinos” en los que se observa una preocupación por el futuro post bélico y su experiencia de profesor.

El libro tiene varias lecturas: por un lado es un excelente diario de guerra, por el otro sirve como homenaje a un gran historiador; además podemos contemplar como funciona un cerebro adiestrado para pensar en circunstancias muy difíciles y, naturalmente, reflexionar sobre las diversas cuestiones, incluso académicas, que el autor discute. Lo veo indispensable en la biblioteca de un militar, de un estudioso de la guerra y naturalmente de un historiador o aprendiz de ello.

Ficha bibliográfica:

Bloch(1940), Marc Bloch, “La extraña derrota”, Crítica, Libros de Historia, http://www.ed-critica.es Barcelona, 2003, pp.256. Tit.Orig: L’Etrange Défaite. Témoignage écrit en 1940, Gallimard 1990.

miércoles, 5 de septiembre de 2007

P.Ackroyd. Tomás Moro

Ackroyd es un escritor versátil y concienzudo. De él leí “Milton en América” que me pareció una novela interesante sin llegar a complacerme, en cambio éste libro que hoy comento me parece redondo y digno de releerse, cuando la ocasión sea propicia.

Todo el mundo conoce a Tomas Moro, aunque más no sea por su obra “Utopía” donde muestra un mundo en el que las costumbres son muy distintas, y que ha dado lugar al uso de ese vocablo para significar aquello que es muy bueno, y sin embargo irrealizable. Moro fue un hombre importante, Lord Canciller y Consejero personal de Enrique VIII terminó enemistado con el inquieto y mujeriego monarca y luego de ser encerrado en la tétrica Torre de Londres, tras varios meses temiendo el suplicio, perdió su cabeza el 6 de julio de 1535. Una cabeza muy dura, ya que se negó a oír las súplicas de su familia para que secundara los caprichos reales, consejos que tenían la certeza de que si se retractaba se le concedería el perdón; más a ello no accedió. A consecuencia de ello Tomás Moro alcanzó, en la plenitud de su existencia de hombre rico y poderoso, la santidad y la gloria eterna; y ahora nosotros podemos leer su vida en un texto muy documentado que nos ilustra no sólo sobre la vida de Moro y sus amistades (gran amigo de Erasmo, el otro gran humanista del siglo), sino también sobre el Londres del siglo XV y XVI con gran lujo de detalles.

Era una época de poca salubridad, mucha iglesia y una clara y rígida estratificación social. La sociedad inglesa, obviamente, eran tan diferente a las actuales que para comprender al hombre necesitamos conocer sus circunstancias con necesario detalle: “Tomás Moro iba al colegio de San Antonio, en Threadneedle Street. Las clases comenzaban a las seis de la mañana y, en invierno, se habría llevado consigo su propia luz de vela” (pág.33). La enseñanza escolar en su infancia y juventud era intensa e incluso los hijos de las familias más ricas estaban sujetos a una disciplina que asombraría a los pedagogos actuales: “La jornada comenzaba a las seis de la mañana y duraba hasta las seis de la tarde, en invierno y en verano, con dos intervalos de una hora (a veces dos) para el desayuno por la mañana y para la cena al atardecer. Había plegarias durante la mañana y durante la tarde, por supuesto, cuando a los salmos que imploraban la misericordia de Dios les seguían salmos por los muertos […] En tales escuelas, se requería a los alumnos que conversasen en latín los unos con los otros […] Sin embargo, para los alumnos más jóvenes, ésta no era necesariamente la única forma de instrucción. Era importante que supiesen leer y escribir en su lengua materna, aunque sólo fuera porque las oraciones más elementales y los devocionarios estuvieran escritos en inglés […] Los jóvenes escolares de San Antonio tenían también que aplicarse, a una edad relativamente temprana, en el estudio de otra disciplina, el “arte de cantar”. […] se les enseñaba asimismo el arte de la deliberación en un estadio posterior de su educación, pero siempre había una conexión formal entre la oratoria y la armonía musical; de modo similar, el examen de la notación y de la proporción métrica proporcionaba una introducción básica a las matemáticas” (pág.37)

Una época de gran mortandad donde aproximadamente el 20 por ciento de los compañeros infantiles de Moro morían a causa de las pestes y enfermedades que asolaban periódicamente Londres. Una época de gran religiosidad que resulta difícil imaginar ahora. Incluso para observadores contemporáneos, visitantes del continente, la intensa piedad y religiosidad de los habitantes londinenses les parecía admirable. Esto es clave para comprender la figura y las aparentes contradicciones de Moro; hombre del renacimiento por amigos y preferencias culturales, pero enraizado profundamente en una Edad Media que no había terminado, y a pocos años del gran terremoto que provocó Lutero cuando Tomás Moro estaba en la cúspide de su poder político.

Las descripciones de Ackroyd son coloridas y nos permiten imaginar como era la vida en el Londres fin de siglo XV. Tomemos por ejemplo la misa: “El sacerdote entra, junto con sus ministros y los monaguillos, y se detiene frente al escalón del altar mientras los demás toman su posición acostumbrada para el ritual; entonces sube al altar y se inclina frente al mismo mientras entona una oración. Después del oficio y los Kiries, el sacerdote inciensa el altar y luego levanta las manos para proclamar Gloria in Excelsis. Así comienza la misa. Los fieles de la nave están separados de estos ritos por una mampara ornamentada; no pueden ver más que gestos vagos y escuchar palabras masculladas en un idioma que la mayoría de ellos no comprende. De los asistentes no se espera que participen, ni tan siquiera que entiendan la misa; tienen sus propias oraciones y rezos, con una particular atención otorgada a las horas de la Virgen, los salmos de penitencia y los oficios por los muertos. La misa era de alguna manera un ritual secreto, y el hecho de estar en parte oculta le otorgaba un mayor poder; se afirmaba que las oraciones y las bendiciones de la misa tenían una eficacia misteriosa y sus palabras no se traducían a la lengua vernácula por miedo al mal uso que pudiesen darle las brujas o los “hombres maliciosos”. La hostia era un talismán mágico del que se decía que podía curar enfermedades, devolverle la vista a un ciego y actuar como amuleto de amor. Aquellos que viesen la elevación del Santísimo Sacramento no padecerían hambre, o sed o mala fortuna aquel día. La Eucaristía se mostraba a algunos londinenses rebeldes de Fleet Street como una manera de sofocar los disturbios. Existía un inexpresable elemento de maravilla y atrocidad en una ceremonia que traía el cuerpo y la sangre de Cristo a la tierra una vez más; en un mundo de misterio y milagros, éste era el mayor misterio de todos.” (pág.166)

No podemos entender a los hombres de la época sino no hacemos el esfuerzo de sumergirnos en la época de que se trata. ¡Cómo revivir la cólera de Moro frente a Lutero, sin conocer su profunda piedad que lo llevó a usar camisa de esparto debajo de sus lujosas ropas de cortesano! ¡Cómo evaluar al hombre que era simultáneamente capaz de promover la educación de las mujeres, (y así lo practicó con sus hijas), y quemar herejes protestantes en la hoguera, sin conocer su poderosa inteligencia unida a una mentalidad típicamente medieval!

Su vida, sus triunfos y su caída voluntaria muestran un mundo tan complicado como el nuestro y tan sujeto a incertidumbres y reformas como el actual. Una lectura atenta y varias relecturas posteriores pueden hacer que el lector salga de su ilusión que “ahora-vivimos-una-crisis” totalmente inédita en el mundo. Esta perspectiva histórica no sí tendrá consecuencias prácticas, pero seguro ensanchará nuestra conciencia a nuevos límites.

Ficha Bibliográfica:

Ackroyd(1998), Peter Ackroyd, “Tomás Moro”, EDHASA, biografía, http://www.edhasa.es Barcelona, diciembre 2003, pp.647. Tit.Orig: The life of Thomas More.

lunes, 3 de septiembre de 2007

B.Chatwin ¿Qué hago yo aquí? y B.Chatwin y A.Gnoli, La nostalgia del espacio





Bruce Chatwin es un escritor reconocido mundialmente, y estaría demás que hiciera una semblanza de él; por otra parte es muy fácil en Internet acceder a sus datos. Muerto prematuramente, por SIDA, sus libros se siguen leyendo y éste, “¿Qué hago yo aquí?” la editorial lo presenta como uno “póstumo”, terminado antes de su muerte en enero de 1989. En realidad es una colección de relatos cortos, donde Chatwin cuenta algunas de sus andanzas, siempre en su estilo, por Afganistán, África, o acompañando a Indira Gandhi en una de sus últimas campañas electorales.

Personalmente me gustó más su “En la Patagonia” (1977) donde narra su viaje a esas tierras. Libro que sentó las bases de su fama posterior. Chatwin es un narrador que no deja que la verdad le arruine una buena historia, y ha sido acusado de no ser un buen documentalista, sino de mezclar novela y realidad en sus descripciones y anécdotas. En realidad le agradezco que lo haga; muchas veces la realidad necesita de una condensación e intensificación que sólo puede proporcionar una buena ficción. Como dijo su biógrafo: “No cuenta media verdad, sino verdad y media” (ver artículo sobre Chatwin en http://es.wikipedia.org/wiki/Bruce_Chatwin).

Si ya se ha leído algo de Chatwin también conviene darle una ojeada al que escribió sobre él el periodista italiano Antonio Gnoli; libro que además contiene un reportaje hecho por el autor al propio escritor.

Es un libro pequeño que ayuda a comprender a Chatwin, por ello lo incluyo en esta reseña. Incluso podría figurar como prólogo, en una futura edición de sus “obras completas”.

De este trabajo extraigo el siguiente párrafo:

”Nunca deje que lo entorpezcan las preocupaciones artísticas”, fue el consejo que dio Noel Coward a Chatwin durante un encuentro en Londres en casa de la viuda de Ian Fleming. El arte bien pulido –o sea, la pericia de orfebre de la palabra- era lo más alejado de sus obsesiones. También en esto confirmaba la inmediatez de su estilo. En el Fondo fue un cazador de historias. En cualquier parte del mundo, donde quiera que hubiese alguien dispuesto a contar una historia o a hacérsela sonsacar, allí podía aparecer repentinamente Chatwin. Rushdie dijo que Chatwin no le importaba que las historias fueran verdaderas, bastaba con que fueran interesantes.” (pág.20)

Ficha Bibliográfica:

Chatwin(1989), Bruce Chatwin, “¿Qué hago yo aquí?”, Muchnik Editores S.A., Barcelona, diciembre 1993 (2da.Edición), pp.399. Tit.Orig: What am I doing here?

Gnoli(2000), Bruce Chatwin y Antonio Gnoli, “La nostalgia del espacio”, Seix Barral, Colección Los Tres Mundos, Barcelona 2002, pp.91. Tit.Orig: La nostalgia dello spazio.