lunes, 5 de noviembre de 2007

G.Vigarello. Lo sano y lo malsano


Un libro muy curioso sobre un tema que no suele estar en nuestras reflexiones: la idea de lo sano y lo que hace daño a la salud (simplemente nos limitamos a aceptar lo que nos parece “de sentido común”). Como todas las cosas de este mundo esta idea fue variando con el tiempo, además de cambiar según los lugares. El autor (profesor de la Universidad de Paris y Director de la École des hautes études en sciences sociales) le de un repaso desde la Edad Media Europea hasta nuestros días globalizados.

¡Y ha cambiado mucho! lo cual permite predecir… que seguirá cambiando. Y hasta podría suceder que cosas, o acciones o atenciones que ahora nos parecen la mar de saludables, con las décadas vayan cambiando radicalmente. Por lo de pronto en la Edad Media las especies eran consideradas altamente saludables, y estaban siempre en la mesa del rico acompañado la comida después de los postres. Para el pobre, que no podía acceder al alto precio de éstas, quedaban los ajos y las cebollas, que también poseían virtudes apropiadas. “En el siglo XIII al menos un producto está dotado de cualidades similares [curativas y preventivas]. Por supuesto es mucho menos costoso porque es doméstico y de producción local: el ajo, “la especia fuerte de la gente pobre”, dice Platino. Un estimulante “bueno para la gente de trabajo”, consumo de villanos. Su presencia real es difícil de apreciar. Los relatos prácticamente no lo mencionan. En todo caso es seguro que se utilizaba en los barcos y en las galeras ibéricas, a finales del siglo XIII “de ajos y cebollas para protegerlos de la corrupción del aire del mar y de las aguas corrompidas”. Se le considera un producto preservador. Algunos testimonios dispersos de médicos medievales así lo confirman: “Para caminar acostumbraban comer cebollas y ajos.””Pág.45. Estos cambios no significan necesariamente que lo que era válido en una época no lo fuese en otra. Cualquiera que se de un paseo por una librería vegetariana o inclinada a los textos, tan de moda, de la vida sana, podrá ver como siguen recomendándose las viejas hortalizas. Y sin ir más lejos un servidor ha comprobado más de una vez las virtudes preventivas del ajo (ahora en píldoras, por supuesto); pero lo interesante no es tanto la sustancia que se aconseja, a veces muy peregrina, sino también las causas patológicas que se suponen. Era de sentido común en esa época, tal como lo indica la cita de arriba, precaverse contra el aire corrompido, es decir que olía mal. Se suponía que por el aire y el contacto personal venían la mayoría de nuestros achaques y sobre todo las pestes que habitualmente asolaban grandes territorios europeos. Como reza un texto del siglo XV: “Los cuerpos con los poros abiertos son los más propensos a sufrir la infección” (pág.66) y por lo tanto era preventivo abrigarse bien y cerrar a cal y a canto todas las ventanas, ya que el aire viciado interior no era considerado en si mismo peligroso.

También podían existir escuelas de medicina que coexistiendo fuesen contradictorias. Para los mismos males en un caso se aconsejaban grandes comilonas, y según quién diera el consejo, se prefería lo contrario: severas dietas.

Estas ideas sufren cambios revolucionarios en la Francia pre revolucionaria, y lo saludable indica ahora afrontar semidesnudos los vientos y las lluvias, fortaleciendo las “fibras” como se decía, ya que de ellas dependía nuestra salud y bienestar. Sin por supuesto olvidar las sangrías, un método que duró siglos y que, con seguridad, se llevó al otro mundo a un número considerable de gente razonablemente sana.

En esto de la salud somos muy caprichosos; el libro concluye con interesantes observaciones sobre nuestro mundo presente, y la aparición de nuevas enfermedades, algunas muy reales, y otras que jamás habrían sido calificadas de tales en los milenios que ha durado la humanidad. “Existen otros ejemplos de este control no declarado, que se ven fortalecidos por el incremento de la sensibilidad y por la extrema diversidad de malestares posibles: las asociaciones creadas recientemente en Estados Unidos contra el uso en público de perfume o contra la música de los radiocasetes, que exigen al Estado una implacable reglamentación de los olores y los ruidos…” (pág. 406)

Para el lector maduro el libro está lleno de interesantes observaciones y para el inmaduro de fascinantes absurdos. En todo caso un vistazo a ojo de águila, que es lo que propone el autor, a casi un milenio de opiniones sobre la salud y la enfermedad puede llevarnos a un sano equilibrio; situación paradójica ya que resulta difícil de explicar como se puede adquirir la seguridad de que tal equilibrio sea realmente “sano”.

Ficha Bibliográfica:

Vigarello(1993), Georges Vigarello, “Lo sano y lo malsano. Historia de las prácticas de la salud desde la Edad Media hasta nuestros días”, Abada Editores, Colección Historias de la Ciencia, www.abadaeditores.com Madrid, 2006, pág. 444. Tit.Orig: no figura. Éditions du Senil, 1993 y 1999

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