jueves, 3 de enero de 2008

T.Harford. El economista camuflado

Comentar un libro de economía… no es cosa fácil. Primero hay que entenderlo, y esto supone una buena base de conocimientos; y si se trata de un libro divulgativo que trata de explicar los fenómenos económicos más comunes (y otros más complejos) a los no iniciados, la dificultad aparece en aceptar razonamientos y conclusiones que si bien parecen muy sensatos, puede ser que oculten presupuestos ideológicos que los deforman a priori.

Además los economistas tratan de cosas muy “sensibles”: se refieren a políticas y decisiones que afectan al bolsillo y con él a la calidad de vida que justamente aspiramos; así que, resumiendo, toda prevención es poca, a la hora de analizar un libro de esta materia.

Por curiosidad, luego de leído el libro, me dediqué a husmear en la Red comentarios sobre él, y como era de esperar encontré opiniones muy dispares (ver http://www.testigoaccidental.com/2007/05/lectura-el-economista-camuflado-de-tim.html, un blog francamente crítico, o en http://blogs.periodistadigital.com/libros.php/2007/02/14/el_economista_camufladoa_de_tim_harford, una opinión mucho más descriptiva y menos comprometida, o el http://www.bmpsa.com/esp/index.php?s=38&c=4&c2=361, donde se cuenta quién es el autor, o en http://www.elblogsalmon.com/2007/11/17-tim-harford-esta-de-moda, donde uno puede enterarse, si no lo sabía ya, que hasta el presidente Zapatero lo leyó.

Por otro lado con sólo mirar la fecha de edición y las siguientes reimpresiones (en el libro que tengo van por la novena) es evidente, sin leer los diarios ni buscar en Internet, que el libro ha sido un éxito de ventas; y por si fuera poco y para que no nos quede ninguna duda la editorial se ha encargado de escribir en la portada “Bestseller mundial…”. Reconozco que por esta leyenda estuve a punto de no adquirirlo. Si es un bestseller debe ser idiota, pensé; pero atraído por el tema vencí mis prejuicios.

Que sea muy vendido se explica, en parte, porque Tim Harford escribe bien, un estilo periodístico claro y contundente, con ejemplos sencillos que todo el mundo puede comprender (incluído nuestro presidente, que no debe tener mucho tiempo libre) luego de unos minutos de reflexión. También el que trate temas cotidianos (por qué pagamos más por un café en ciertos lugares, o como los supermercados nos hacen comprar cosas sin necesidad) es un aliciente añadido. Por otro lado creo que a todos nos preocupa la economía y cuando encontramos un libro que parece ser sencillo y que puede abrirnos las puertas a esta ciencia esotérica es muy probable que no sea un fiasco editorial.

Si Ud. se encuentra entre aquellos que, como yo, les gustaría saber más de economía, entonces este libro no le defraudará. Por supuesto que tiene temas más accesibles y otros más “duros”, que requerirán tomarse un café para descansar antes de emprender una nueva relectura, pero con un poco de esfuerzo es posible entender el 95% de las cuestiones que trata. El 5% restante podemos dejarlo para otras aventuras lectoras.

En mi caso lo que más me atrajo es su explicación de por qué algunos países son pobres, y lo son cada vez más, a pesar de toda la ayuda internacional que reciben. El autor analiza el caso de Camerún, un país en descenso, y lo compara con otros, en particular China, que del desastre del salto adelante maoísta ha resurgido en los últimos años hasta colocarse en un lugar inimaginable en los 80.

A veces los autores nos parecen muy inteligentes y no paramos en darnos cuenta que esa sensación proviene de que sus argumentos convalidan nuestros juicios y prejuicios. Es posible que Harford sea un ejemplo de ello… para mí. Yo coincido con él en su análisis de la pobreza y en la poca efectividad que tiene la ayuda internacional. También pienso que sus argumentos son realistas, aunque no nos gusten por parecernos algo “cínicos” o poco morales. Una cosa es entender lo que sucede y otra, muy distinta, es creer que estamos en el mejor de los mundos. El problema está en que intentar soluciones antes de conocer la estructura de los problemas puede ser nefasto o en el mejor de los casos inocuo. No se fortalece la industria nacional subiendo los aranceles aduaneros simplemente, como tampoco se logra que se respeten los derechos humanos en los Estados con una política de aislamiento tan en boga. Sobre esto hay dos párrafos en el libro muy reveladores: “Las cifras lo demuestran con exactitud. En 1999, Estados Unidos tenía unos aranceles promedio del 2,8 por ciento. En la Unión Europea, los aranceles promedio eran del 2,7 por ciento. En Corea, el “tigre emergente”, del 5,9 por ciento. En Argentina, supuestamente modelo de reforma económica, era del 10,7 por ciento. En las economías gigantes de China e Indica, del 15,7 y 29,5 por ciento, respectivamente. Sabemos ya que la pobreza y la corrupción del pequeño y mísero Camerún no están siendo aliviadas por la aplicación de asombrosos aranceles, que promedian el 61,4 por ciento.

Parece que aunque pudiéramos presionar a nuestros políticos para que hiciesen lo correcto para todos, reduciendo los aranceles, la responsabilidad recae de igual manera sobre los Gobiernos de estos países pobres. ¿Por qué mantienen los aranceles, que perjudican a sus ciudadanos? Tal vez porque el aislamiento internacional favorece la estabilidad política. El líder político con más años en el poder en todo el mundo es Fidel Castro, seguramente presidente vitalicio como resultado de las sanciones de los Estados Unidos, que han producido un resultado contrario al deseado. El régimen de Saddam Husein parecía más fuerte que nunca tras una década de sanciones: fue una fuerza exterior y no un cambio interno la que lo expulsó del poder. Myanmar y Corea del Norte son parias internaciones con Gobiernos demasiado estables.” (pág.269)

Por supuesto que los argumentos de unos economistas pueden ser contradichos por otros similares de signo opuesto. La economía no es una ciencia dura y está muy lejos de parecerse a la biología o a la astronomía, por lo tanto tendremos donde elegir… para seleccionar aquellas flores que más nos agraden. Sin embargo hay, también, hechos. Y estos son lo que son, sobre todo cuando duran mucho. Hace décadas que existen organismos internacionales y regionales creados con el objetivo de ayudar a salir a los países pobres de su situación, y los resultados no son para cantar loas. Hace décadas que existen ONGs con fines altruistas, y el único resultado visible es cada vez hay más… ONGs. Lo cual hasta podría parecer una nueva industria de los países desarrollados, si no fuera una visión demasiado cínica de la ayuda internacional.

En mi modesta opinión el que no quiere ver, no verá. Y así arrastramos problemas que crecen cada vez más, en vez de remitir (estoy pensando por ejemplo en el caso de las drogas y las inmensas masas de dinero negro que produce este comercio prohibido). Pero el que busca encuentra; no serán soluciones pero sí datos y razonamientos que pueden auxiliar a entender algo de lo que sucede. Menos da una piedra…

Ficha bibliográfica:

Harford(2006), Tim Harford, “El economista camuflado. La economía de las pequeñas cosas”, Temas de Hoy, www.temasdehoy.es Madrid, 2007, novena impresión, julio 2007, pág. 344. Tit.Orig: The Undercover Economist, Oxford University Press, Inc, 2006.

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