Lo primero que debo decir sobre este libro es disculparme por no tener más tiempo para hacerle un comentario como se merece. Considero que con unas pocas líneas no se puede despachar esta obra que ha sido varias veces premiada (el último galardón fue el Premio Literario Internacional IMPAC. Dublín 2007). Pero si tengo en cuenta que es muy poco lo que se encuentra en
Es un libro digno de leerse, y de conservarlo en nuestra biblioteca. Seguro que su relectura, al cabo de cierto tiempo, será tan placentera como al principio. Personalmente sentí que se acabara al llegar al final; me hubiera gustado que tuviera la dimensión de esos mamotretos con que nos obsequian las editoriales y que, según cuentan, son best seller en ventas. Pero no es así… como tantas cosas en este mundo.
El autor sitúa la acción en un pueblito noruego, con un personaje principal de 67 años que llega a ese sitio dispuesto a vivir sus últimos años en relativa soledad. La trama es simple y como cabe suponer el presente se interpola con el pasado lejano cuando era un adolescente lleno de energía y vivía con su padre en una medio parecido. El libro es bueno no porque sea original lo que cuenta sino como lo cuenta. La melancolía de los últimos años y la pasión de los primeros es algo resabido, pero la literatura no se construye con argumentos extraños e innovadores, la verdadera literatura cuenta lo conocido y nos hace verlo de otra manera. Nos permite reconocernos y a la vez entreabrir mundos distintos ocultos bajo la capa de lo cotidiano. Esta es la magia de las palabras y Petterson lo logra. Mientras lo leía reparaba en la estructura de sus frases, buscando una pauta que me diera una pista de su arte, y no la encontraba. Combina párrafos cortos, casi periodísticos, con otros muy peculiares, con oraciones coordinadas tan extensas ligadas con “y” que cualquier “profesor” de un taller de escritura criticaría a sus alumnos por usarlas (argumentos en contra hay de sobra). Y sin embargo yo percibía que mi lectura se aceleraba en ellas, y pensaba que el autor me marcaba el ritmo igual que si estuviera escuchando un trozo de música (y también ahora me doy cuenta que lo estoy imitando inconscientemente).
Leerlo es un gran placer. Estoy seguro que cualquier lector sensible me agradecerá que me haya decidido a escribir sobre este desconocido autor; alertando a los adictos, de habla española, a la literatura nórdica… que poco a poco se van convirtiendo, así lo creo, en legión.
“El viento gélido seguía soplando entre las casas desde el río, y yo sentía la mano hinchada y dolorida en los puntos en que me había clavado las uñas al cerrar el puño con tanta fuerza pero, de todos modos, en esos momentos todo parecía perfecto; el traje estaba bien, y la ciudad era un lugar agradable para caminar por la calle adoquinada, y somos nosotros quienes decidimos cuándo nos duele.” (Pág. 269)
Nota: Agradezco desde estas líneas el trabajo de la traductora, Cristina Gómez Baggethun. Seguro que se encontró con algunos problemas serios para transmitirnos la prosa de Petterson, más el resultado es muy bueno, y es justo que también ella se lleve la parte que le corresponde.
Ficha Bibliográfica:
Petterson(2003), Per Petterson, “Salir a robar caballos”. Bruguera, www.edicionesb.com, Barcelona, mayo 2007, pp. 269, Traducción Cristina Gómez Baggethun. Tit. Orig: Ut og stjaele hester